martes, enero 09, 2007

Grandes Personajes de la Publicidad Argentina



UN MAYORDOMO EN SOBRECITOS
La triste historia de Jaime

Bienvenidos a otra emisión de “Grandes Personajes de la Publicidad Argentina”. Hoy veremos la vida de uno de los personajes más entrañables de la televisión de los ’90: Jaime, el mayordomo de las publicidades de Tang.
Su historia comienza en la mansión Pérez Osorio, donde el padre de Jaime sirvió toda su vida, hasta el nacimiento del primer hijo de la familia; el joven Pablo.
“Recuerdo cómo trabajaba mi padre” –relata Jaime- “era el mayordomo más servicial que yo haya visto. Él me enseñó todos los secretos del oficio. Pero apenas llegó a la casa el niño Pablo supimos que algo andaba mal. Sus ojos mostraban una codicia tal que jamás habíamos visto en un niño. Sus primeras palabras fueron ‘dame’, ‘no me gusta’ y ‘compremos acciones de Perez Companc que se van para arriba’… nunca olvidaré el orgullo en los ojos de su padre. Pero para nosotros, la actitud del niño auguraba un lúgubre destino…”
Así fue como a los 12 años de edad, el joven Pablo comenzó con un pequeño berrinche que terminaría en tragedia. Una noche de marzo de 1954, cuando ya todos los almacenes del barrio estaban cerrados, se le metió en la cabeza la idea de tomar jugo de naranja. Así fue como el servicial mayordomo debió recorrer el enorme jardín en busca de algún naranjo que tuviera fruto maduro. Cansado por la caminata, llegó con tres naranjas que había logrado rescatar. El codicioso niño le hizo exprimir las frutas en segundos para luego rápidamente pronunciar en voz alta las palabras que luego harían eco en la mente de Jaime por el resto de su vida: “Quiero más!!!!”
8 horas después, tras 5 recorridos por el inmenso jardín y consumido por el inmenso dolor en su muñeca a causa de tanto exprimir naranjas, el padre de Jaime falleció de un paro cardíaco. Sus últimas palabras fueron “… no se lo merece”. Triste final para un heroico mayordomo. Frente a la tumba de su padre, Jaime juró servir con la misma abnegada paciencia a los Perez Osorio de por vida, quizás porque no tenía adónde más ir, o quizás al ver las jugosas cifras en los cheques que cobraba su padre en vida.
Así pasaron los años y Jaime creció para ser un mayordomo tan eficiente y tenaz como lo fue su padre. Pero los problemas no tardaron en llegar cuando el ahora acaudalado empresario Pablo Perez Osorio contrajo matrimonio con una joven de buena familia y engendraron un hijo: Pablo Perez Osorio II.
Al principio, las cosas marchaban bien en la mansión, hasta que una noche de marzo, en su cumple de 12, el joven Pablo II tuvo un capricho que trajo horribles recuerdos a la mente de Jaime:
“Oh, si, lo recuerdo como si fuera ayer” –sigue contando el ahora anciano mayordomo- “cuando el jovencito Pablo me ordenó que le trajera jugo de naranja comencé a tambalearme como una hoja. La muerte de mi padre se aparecía ante mis ojos y no quería repetir en mi su cruel destino. Pero el niño seguía y seguía insistiendo hasta las naranjas comenzaron a acabarse y mi muñeca parecía decir basta. Es Entonces cuando la suerte se puso de mi lado. Corrí desesperado a la despensa más cercana en busca de frutas y al verme en agonía el almacenero me dio una solución mágica, casi como traida del cielo: había llegado a la Argentina el jugo Tang. Llevé varios sobrecitos sin estar demasiado convencido al respecto, pero cuando diluí el contenido de uno en una jarra con agua y el niño comenzó a tomar con gran alegría, finalmente me sentí aliviado.”
Pero la historia no termina aquí. El Tang acabó por generar en el niño una fuerte adicción a la glucosa concentrada, haciendo de él un ser aún más despreciable, capaz de cualquier cosa por un vaso de jugo. Así es como el pobre Jaime se vio obligado a llevar encima varios sobres por todos los años que sirvió a la familia, cualquiera fuera el lugar adonde se encontraban; para así poder siempre saciar a tiempo la sed del niño, antes de que éste ocasionara alguna catástrofe.
“Una vez, de vacaciones en la India, el joven se volvió tan desquiciado que amenazó con carnear un ternero si no le hacían jugo, el cual se me había acabado por la incesante sed que le generaba el calor del lugar. Logré improvisar con un sobre de marca desconocida de la India, un jugo sabor a higos secos que al menos logró tranquilizarlo… claro que la diarrea de los tres siguientes días fue imparable, jaja, pero bueno, debo admitir que fue uno de los momentos más gratos de mi carrera.”
Año tras año, la sed del joven se volvía más insoportable para el mayordomo, que comenzó a recordar las últimas palabras de su padre: “… no se lo merece”. Noches de pesadillas con su padre y sobrecitos de jugo Tang atormentaban a Jaime, hasta que un día a las 3 de la mañana, su jefe lo despertó:
-“Jaime, el niño tiene sed y no hay naranjas”
25 minutos después, la policía se llevaba al mayordomo detenido, tras un incidente que involucró la dudosa muerte del Sr. Pérez Osorio, molido a golpes con una cuchara de madera para revolver jarras y un intento de asesinato al joven Pablito Segundo, cuyo aparato digestivo logró soportar la ingesta de 35 sobres enteros de jugo Tang, forzada por Jaime mientras lo golpeaba al grito de “¿Tenés sed, hijo de puta? ¡¡¡Tomá juguito!!!”
“Sí, es verdad que me extralimité” –confiesa el afable anciano desde su celda en el penal de Devoto donde cumple una cadena perpetua por asesinato e intento de homicidio mediante envenenamiento- “¿Pero saben qué? Lo haría de nuevo… porque no se lo merecía, NO SE LO MERECÍAAAAA!!!!!! JAJAJAJAJA!!!!!”
Tremendo testimonio.
Y así termina la historia de uno de los personajes más queridos de la publicidad local: Jaime, el Mayordomo que siempre tenía jugo Tang.
Nos vemos la próxima semana, para recordar a otra leyenda de la TV: la inolvidable niña de Hellmann’s, en una historia que titularemos: “El teléfono descompuesto; sexo, mentiras… y mayonesa”. Hasta luego!!!!

1 Comments:

At 2:37 p. m., Blogger Chirli said...

jajajaja

Buenisimo les mando besos

y espero las siguientes entregas

 

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